miércoles, julio 05, 2006

Los factores de la debacle priísta

La Jornada de Oriente en Internet. El resultado electoral que obtuvo el PRI en Puebla es el peor en los más de 70 años de historia de este partido. El tricolor había perdido en la Angelópolis y los principales municipios, pero nunca había quedado en un tercer lugar, tal como ha sucedido en algunos distritos de la capital. Esta debacle, desde luego, se debe a lo gris del candidato presidencial Roberto Madrazo Pintado, pero también hay factores locales de mucho peso; uno de ellos es indudablemente el efecto que provocó el escándalo llamado Lydiagate.

Desde hace dos semanas varios operadores del PRI habían advertido que no se estaba movilizando a la estructura priista como en anteriores procesos electorales. Para muchos, ese comportamiento se debía a que es real el pacto entre el gobierno federal y el gobernador Mario Marín Torres para favorecer al PAN en Puebla a cambio de que el albiazul en la Cámara de Diputados ayude al mandatario poblano en caso de que se promueva un juicio político en su contra por el asunto del encarcelamiento indebido de la periodista Lydia Cacho Ribeiro.

La semana pasada, el PRI y el gobierno del estado negaron esa posibilidad, pero ante la derrota del tricolor será muy difícil que alguien crea que no existió dicho pacto, empezando por los propios priistas que esperaban que este domingo hubiera grandes movilizaciones para comprar votos y llevar acarreados a las urnas. De hecho, sí se pusieron en marcha esas prácticas, pero no fueron suficientes.

Quizá este resultado ayude a Mario Marín a sostenerse en el cargo de jefe del Poder Ejecutivo, pero al mismo tiempo le provoque un grave problema, pues el mandatario tendrá pocos meses para conseguir que su partido deje atrás la derrota, se recomponga y el próximo año no salga derrotado en los comicios locales.

Hasta ahora, el gobierno del estado no ha desarrollado una obra pública que le ayude a recuperar simpatías, ni tampoco se observa que pudiera haber priistas con un fuerte liderazgo que ayude al tricolor a llegar con los sectores que no simpatizan con dicho instituto político.

Si Marín el próximo año no gana las elecciones que servirán para renovar ayuntamientos y el Congreso local, aunado a su debilitada imagen que tiene por el asunto del Lydiagate y la pésima composición de su gabinete, corre el riesgo de perder el liderazgo del PRI. Y eso es la muerte política para cualquier mandatario tricolor.

Por eso, una medida fundamental que deberá adoptar el gobernador es renovar al PRI, partido que tiene una gris conducción con su actual presidente Juan Manuel Vega Rayet, a nivel estatal, y con Jorge Murad, en el municipio de Puebla.

E indudablemente donde deberá hacer cambios radicales es en su gabinete, en donde priva la improvisación, la falta de talento y sobre todo hay funcionarios que poco ayudan a la imagen del gobierno del estado, como son los casos de los titulares de la Secretaría de Salud y la Secretaría de Gobernación, Roberto Morales Flores y Javier López Zavala, respectivamente, sólo por citar algunos casos.

Otro cambio que requiere el gobierno de Marín es un su política de combate a la corrupción, la cual hasta ahora no ha rendido ningún fruto y parece ser únicamente una simulación. Se requiere que caigan “peces gordos”, pues no es posible que en la Secretaría de Salud se realizaran compras sin licitación y no pase nada. Si esto no se modifica, la imagen de Mario Marín y el PRI poco podrán mejorar.

Una modificación más es que si el grupo de Marín, llamado la “burbuja marinista”, no deja a un lado la soberbia y exclusión que le ha caracterizado, difícilmente el tricolor podrá el próximo año emprender campañas electorales exitosas.

Es indudable que al PRI le afectó la exclusión que hubo de Rafael Moreno Valle Rosas, quien hubiera sido mucho mejor candidato a senador que Mario Montero Serrano, pero se soslayó la fuerza que tenía el todavía legislador local, y su exclusión del tricolor acabó siendo una fortaleza para el PAN.

Si la “burbuja marinista” no logra dar participación en el gobierno y el PRI a otras corrientes políticas, el priismo poblano seguirá dividido, y seguramente se estará encaminando a sufrir en 2007 un nuevo descalabro electoral.

Más allá de la versión de que si existió un entendimiento entre Marión y el secretario de Gobernación, Carlos Abascal, es indudable que dos factores influyeron en esta elección.

Por un lado, el PRI está pasando por una de sus peores crisis de imagen, al tener un candidato presidencial gris, como fue Roberto Madrazo; y por otro lado, el efecto del llamado góber precioso minó más aun la mal lograda campaña electoral del tricolor.

Un segundo factor fue el voto útil de los priistas y de no priistas, pues en López Obrador mucha gente encontró un verdadero proyecto alternativo que revierta la crisis económica que ha provocado el neoliberalismo y los abusos del poder político.
La desesperación de Jorge Estefan Chidiac

Ayer por la noche en el distrito de Izúcar de Matamoros había incertidumbre; no se sabía quién había ganado. Lo mismo existían posibilidades de que ganara el PRI o la Coalición por el Bien de Todos. Se dice que por esa razón algunos seguidores del aspirante priista Jorge Estefan Chidiac estaban buscando utilizar un recurso de última hora, que consistía en comprar actas de escrutinio de algunas casillas electorales en donde había triunfado Melitón Morales, el aspirante contrincante.

Dicha versión fue contada a este tecleador por miembros de la Coalición por el Bien de Todos, que a su vez habían detectado miembros del PAN.

Tal vez cuando usted lea estas líneas ya se conozca el resultado de Izúcar de Matamoros, y quizá haya ganado el PRI, pero algo que sí es seguro es que Jorge Estefan ayer sudó frío, y todo el cemento, dinero en efectivo, picos, palas, cubetas y otros regalos que hizo no le sirvieron para obtener una victoria holgada.

Eso es una muestra de que este país está cambiando. Que poco a poco, no a la velocidad que se necesita, se están desterrando viejos vicios de la “cultura priista”.

Hace algunos años el dispendio que hubo en Izúcar de Matamoros le hubiera dado al PRI una victoria absoluta, del 99 por ciento del padrón, pero afortunadamente eso ya no ocurre así, para desgracia de Estefan Chidiac.

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